JUAN ALMEIDA BOSQUE, PARADIGMA


Por: Winston Orrillo.

Vino desde la humilde -pero sublevante- tierra, a la que vuelve con los honores del que supo ser un "hombre, en la extensión de la palabra" (tradúzcase como revolucionario).

Juan Almeida Bosque, hasta en su apellido tenía, imbricada, la bella dirección que lo llevaría allá donde, otrora, "folgaban" los faunos y las musas: el mítico bosque de los peanes griegos.

Tenía, pues, que ser un poeta, pero no de los autistas que se miran permanentemente el ombligo, sino de aquellos -que vivifican el idioma y a la propia condición humana- que se ganan el título de poetas revolucionarios, no solo porque "revolucionan" el verso, sino porque coadyuvan a cambiar las ominosas condiciones en las que discurren las grandes mayorías, y no -obviamente- por obra y gracia del Espíritu Santo.

Juan Almeida Bosque, pues, Comandante de la Revolución Cubana -de aquella cuyo nombre, per se, implica heroísmo inabarcable, fúlgida imagen que ilumina los vericuetos de la América Morena, y que ya no podrá parar hasta que se logre la Segunda y Definitiva Independencia: allí están los ejemplos, multiplicados, en Caracas, La Paz, Managua, Quito, Asunción, El Salvador...(siguen nombres).

Su nombre está, pues, ligado a todos los hitos que el pueblo de Cuba, a través de su vanguardia heroica, plantó para consolidar su gran Revolución.

Fundador del glorioso PCC, Almeyda ocupó todos los cargos de responsabilidad que el Comando le asignara, y en todos ellos supo dejar la impronta de combatiente paradigmático, como que venía desde la aurora del Moncada, a la que nunca le faltó esa impronta, esa simbiosis de arte y poesía, pues la raíz, el principio de todo, se resumía en ese dístico del Héroe Nacional, del Padre de Nuestra América y de La Edad de Oro, José Martí:

Con los pobres de la tierra

quiero yo mi suerte echar...
Eso lo tiene en el corazón Fidel y eso, adelantado, hoy lo lleva hasta las vegas inefables, el glorioso, el querido Comandante de la Revolución Cubana, Juan Almeida Bosque.